Peter Jackson cierra su visita al universo de J.R.R. Tolkien con una aventura que mezcla escenas espectaculares con cierta banalidad.
Año:2014
Genero: Aventuras -Fantasía - Acción
Directores: Peter Jackson
Guion: Fran Walsh - Philippa Boyens - Peter Jackson - Guillermo del Toro
Basada en El hobbit, de J. R. R. Tolkien
Protagonistas: Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage, Evangeline Lilly, Lee Pace, Luke Evans, Benedict Cumberbatch, Ken Stott, James Nesbitt, Cate Blanchett, Ian Holm, Christopher Lee, Hugo Weaving, Orlando Bloom
“Por fin”, dirán algunos. La trilogía de El hobbit, iniciada por Peter Jackson en 2012 después de El señor de los anillos, acaba de concluir. Adaptar en tres películas de más de dos horas un libro de trescientas páginas firmado por J.R.R. Tolkien fue una apuesta audaz, si no inconsciente, para el cineasta neozelandés, que se enfrentó necesariamente a los límites de su material de origen: demasiado larga, repetitiva y mecánica, la segunda trilogía rápidamente consistió en rellenar y cansó hasta a los fans más hardcore de la saga.
Este epílogo, que siguió a un episodio de transición algo decorativo, que no servía en el fondo más que para aletargar el plazo final, sorprende primero por su velocidad, por el ritmo furioso con el que se engrana. Ya nada de cháchara sentenciosa ni de agotadores caminatas a través de la Tierra Media: El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos debuta en el centro de la acción, en una vorágine de llamas y de restos provocados por el ataque de un dragón seguido (de forma digital) por una cámara que gira sobre sí misma. A riesgo de pecar de confusa, la larga introducción explosiva marca el tono de una película que se sueña como opus magnum de la trilogía, que resumen in extenso lo que habrá sido el proyecto de Peter Jackson: celebrar el matrimonio de Disney y de Frank Frazetta, cruzar lo maravilloso infantil con el heroic fantasy para adultos, violento, ultraespectacular.
Desde este punto de vista, la película es sin duda la más convincente de la saga, ya que el cineasta encuentra ahí el sentido de la grandilocuencia y de la eficacia que le faltaba en los episodios anteriores. Al limitar la mayor parte de su acción en un solo decorado (la Montaña Solitaria, un reino lleno de oro que se disputan los ejércitos de los elfos, de los enanos y de los orcos maléficos), Peter Jackson elige una pura película de asedio, ideal para sus delirantes coreografías de batallas virtuales, cuya puesta en escena evoca un híbrido entre los juegos de estrategia (tipo Age of Empires) y el género fantástico realista de 13 guerreros de John McTiernan.
Pero todo el dinamismo espectacular de la película y su inventiva plástica no alcanzan, nuevamente, para ocultar las debilidades de la escritura del cineasta y, en definitiva, la inanidad de su fresco humanista. En cuanto se aleja del campo de batalla, la película se vuelve más afectada, abandonada a los afectos simplistas (sentimentalismo y heroísmo infantiles) de su pequeño cuento de iniciación new-age.
Sobre el final, la sensación que va quedando es que hasta Jackson parecería ya no creer en la trilogía, y abandona la fábula edificante para proyectar todo su interés en una sola historia: la de Thorin, un rey venido a menos que pierde la razón en la carrera de la riqueza y el poder. Viniendo de un cineasta que comenzó en los márgenes y se encontró en unos pocos años en la cima de la industria hollywoodense, esta fijación obsesiva en un personaje así sonaría casi como una advertencia. O la revelación del fracaso.
Este epílogo, que siguió a un episodio de transición algo decorativo, que no servía en el fondo más que para aletargar el plazo final, sorprende primero por su velocidad, por el ritmo furioso con el que se engrana. Ya nada de cháchara sentenciosa ni de agotadores caminatas a través de la Tierra Media: El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos debuta en el centro de la acción, en una vorágine de llamas y de restos provocados por el ataque de un dragón seguido (de forma digital) por una cámara que gira sobre sí misma. A riesgo de pecar de confusa, la larga introducción explosiva marca el tono de una película que se sueña como opus magnum de la trilogía, que resumen in extenso lo que habrá sido el proyecto de Peter Jackson: celebrar el matrimonio de Disney y de Frank Frazetta, cruzar lo maravilloso infantil con el heroic fantasy para adultos, violento, ultraespectacular.
Desde este punto de vista, la película es sin duda la más convincente de la saga, ya que el cineasta encuentra ahí el sentido de la grandilocuencia y de la eficacia que le faltaba en los episodios anteriores. Al limitar la mayor parte de su acción en un solo decorado (la Montaña Solitaria, un reino lleno de oro que se disputan los ejércitos de los elfos, de los enanos y de los orcos maléficos), Peter Jackson elige una pura película de asedio, ideal para sus delirantes coreografías de batallas virtuales, cuya puesta en escena evoca un híbrido entre los juegos de estrategia (tipo Age of Empires) y el género fantástico realista de 13 guerreros de John McTiernan.
Pero todo el dinamismo espectacular de la película y su inventiva plástica no alcanzan, nuevamente, para ocultar las debilidades de la escritura del cineasta y, en definitiva, la inanidad de su fresco humanista. En cuanto se aleja del campo de batalla, la película se vuelve más afectada, abandonada a los afectos simplistas (sentimentalismo y heroísmo infantiles) de su pequeño cuento de iniciación new-age.
Sobre el final, la sensación que va quedando es que hasta Jackson parecería ya no creer en la trilogía, y abandona la fábula edificante para proyectar todo su interés en una sola historia: la de Thorin, un rey venido a menos que pierde la razón en la carrera de la riqueza y el poder. Viniendo de un cineasta que comenzó en los márgenes y se encontró en unos pocos años en la cima de la industria hollywoodense, esta fijación obsesiva en un personaje así sonaría casi como una advertencia. O la revelación del fracaso.
TRAILER
Via: Los In Rocks
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